Nuestra suprema confianza en la bondad de la Providencia descansa en las flores.
«¡Qué bella puede ser una rosa!
Se levantó, cruzó junto al sofá, abrió la ventana, y sostuvo el tallo de una rosa rodeada de musgo, admirando la delicada combinación del carmesí y el verde. Esto me reveló una nueva faceta de su carácter, pues nunca le había visto mostrar el menor interés por algo concerniente a la naturaleza.
-- No hay nada en lo que la deducción sea tan necesaria como en la religión —dijo, recostándose en las contraventanas—. El razonador puede construirla como una ciencia exacta. Me parece que nuestra suprema confianza en la bondad de la Providencia descansa en las flores. Todas las demás cosas, nuestras facultades, nuestros deseos, nuestro alimento, todos son realmente necesarios para nuestra existencia en primera instancia. Pero esta rosa es algo por añadidura. Su aroma y su color son un embellecimiento de la vida, no una condición de ella. Es solo la bondad la que da algo por añadidura y por eso, repito, tenemos mucho que esperar de las flores».
Arthur Conan Doyle, El tratado naval (referido a Sherlock Holmes)
Chopin: Prelude in E minor Op. 28, no. 4
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