"...Y allí arriba, en la soledad de la cumbre, entre los enhiestos y duros peñascos, un silencio divino, un silencio recreador..." (Miguel de Unamuno)


miércoles, 29 de marzo de 2017

Tratado de los ríos





"...  (hay ríos tan humildes que nadie los ha visto,
que a ninguno le suenan si se dice su nombre.
Son poco populares, pero viven felices
con cuatro o cinco vacas y un niño y una estrella)."



Río Bernesga a su paso por Villamanín



Hay ríos perezosos que miran el paisaje,
que pasan distraídos porque no tienen prisa;
van viendo escaparates de la naturaleza
como si no marcharan hacia ningún destino,
como si el mar, paciente, no estuviera esperándolos.
Ejemplo: el Mississipi, en Estados Unidos
(ya los mismos meandros de su nombre ya lo dicen).

Hay otros que trabajan: son ríos carboneros
o ríos molineros o cavan en las minas.
Unos llevan las aguas cansadas y van lentos;
otros muy ocupados, activos, incansables.
Pero todos van siempre manchados del trabajo
(tienen un nombre como Nervión, que suena recio).

También los hay salvajes como grandes serpientes.
Ejemplo: el Amazonas, que repta por la selva
y acaricia su hondo corazón de esmeralda
y las piedras que duermen agrupadas en tribus.

Hay ríos orgullosos que exhiben sus cascadas
y salen retratados en todas las revistas.
Yo no nombro ninguno porque no son sencillos.



Río Bernesga a su paso por Ciñera de Gordón


Sí nombro al Almofrey, que corre en mi recuerdo
(hay ríos tan humildes que nadie los ha visto,
que a ninguno le suenan si se dice su nombre.
Son poco populares, pero viven felices
con cuatro o cinco vacas y un niño y una estrella).

Hay otros infinitos, solemnes, como dioses.
Estos son poderosos y a veces justicieros.
Gobierna sobre todos el Viejo Padre Nilo.


Río Bernesga en León


También hay en el mundo ríos municipales.
El agua, cuando pasan, murmura en muchas lenguas,
pero nunca les canta, no sé por qué motivo.
Marchan correctamente, prudentes, algo tristes,
obedecen las leyes que les ponen los hombres
y se humillan y pasan debajo de los puentes.
El Támesis o el Sena son ríos de esta clase.

Y los hay aldeanos que no salen del campo.
Aunque sólo conocen su dialecto nativo
entienden de cosechas y de flores sedientas
como aquel Miño verde, tan viejo y resignado.

Hay otros que son tristes como una despedida,
como un amor perdido, y llevan lentamente
sus aguas de nostalgia: el Volga, por ejemplo.

Y otros son tan alegres que parecen de niños.
Incluso muchas veces resuenan como risas.
No tienen nombre fijo: los bautiza el que pasa.

Y hay ríos que son ciegos viviendo bajo tierra.
Son los ríos secretos que nunca vemos (éstos,
éstos son los más tristes porque no tienen nombre
y por eso no puedo mencionaros ninguno).

Y con esto se acaban las familias fluviales
y si os hablan de metros o litros, no hagáis caso:
eso es todo mentira. Escuchad solamente
las cosas sin sentido, las cosas imposibles.
                  que os digan los ríos.


Miguel d'Ors, Clases de ríos II, de El misterio de la felicidad.