Dios espera donde están las raíces. (Rainer María Rilke)
Debajo de las cosas que vemos con los ojos, hay otras que no pueden explicarse y son las que sujetan la vida en su latido sin voz y sin contorno. la raíz que sostiene nuestras vidas se hunde bajo capas invisibles y solo algunas veces al leer un poema o al dejar de pensar podemos atisbarla en un descuido, en un pliegue del tiempo. Es el suave cordón umbilical que mece con su música la placenta del mundo.
Conversar con los árboles termina siendo una necesidad para saber un poco más del hombre. Cuando murmuran sus palabras rotas deshechas en el viento, aunque su lengua vegetal encierre más secreto que comunicación, hay que prestar oídos. Y hablarles quedamente en español, en el parque cuando la luz se va con la sobria elegancia de un lento y desdeñoso atardecer.
Carlos Pujol
Dmitri Shostakovich: Piano Concerto No. 2- II. Andante
Surjo del agua tan recién nacido, tan goteando en ella el cielo entero, que agradecido echo a correr, y espanto peces y alondras.
Cuando en la planta de tu césped caigo, qué sacramento verde eres, río. Y tú, discreta brisa, qué bien besas y abres mis brazos.
Al son de un tigre, corazón, bombeas. No os cabe luz más grácil, ojos míos. Y tú, deseo, ¿de dónde habrás sacado tanta amapola?
En cuanto a Ti, ¿por qué te escondes, Dios, tan sumamente bien en estos dones? Vistes de azar tu amor y en él olvido qué tuyo es todo.
Jesús Cotta
La canción 'Tu del ciel ministro eletto' de George Frederic Handel es una obra que refleja una profunda transformación espiritual y un acto de entrega a lo divino. La letra, escrita en italiano, se traduce como 'Tú, ministro elegido del cielo, no verás más en mi pecho deseo infiel o vano ardor. Y si viví ingrata a Dios, tú, guardián de mi corazón, llévale el nuevo corazón'. Esta declaración de fe y arrepentimiento es un tema recurrente en la música sacra de Handel, quien a menudo exploraba la relación entre el ser humano y lo divino en sus composiciones.
En su obra fundacional, Mero cristianismo, C.S. Lewis dice lo siguiente: «¿Qué hizo Dios para no dejarnos al albur de Satanás tras la caída original? En primer lugar, nos dejó la conciencia, es decir, el sentido del bien y del mal, y a lo largo de la historia, ha habido personas que han intentado someterse a ella…, pero ninguna consiguió hacerlo del todo. En segundo lugar, Dios nos envió lo que yo denomino “sueños felices”, esto es, extrañas historias esparcidas por todas las religiones paganas acerca de un dios que muere y vuelve a la vida, y que por medio de su muerte ha dado de algún modo nueva vida a los hombres. En tercer lugar, eligió a un pueblo en particular [el judío] y pasó varios siglos metiéndole en la cabeza la clase de Dios que era: que no había otro dios fuera de él y que le interesaba la buena conducta. Pero entonces viene lo más chocante: entre estos judíos aparece de repente un hombre que va por ahí diciendo que él es Dios, que perdona los pecados, que afirma existir desde siempre y que vendrá al final de los tiempos para juzgar el mundo […]. Y todo esto tiene sentido si él es verdaderamente quien dice ser: Dios».
C.S. Lewis, Mero cristianismo, Ediciones Rialp, Madrid 2009, pág. 67
El encuentro con la alegría más profunda | El cristianismo de C. S. Lewis
¿Cómo hemos llegado a esto? La filosofía del hombre moderno
El amor, cuando cabe en una sola flor, es infinito.
Antonio Porchia
¡Qué pura, Platero, y qué bella esta flor del camino! Pasan a su lado todos los tropeles—los toros, las cabras, los potros, los hombres—, y ella, tan tierna y tan débil, sigue enhiesta, malva y fina, en su vallado sólo, sin contaminarse de impureza alguna.
Cada día, cuando al empezar la cuesta, tomamos el atajo, tú la has visto en su puesto verde. Ya tiene a su lado un pajarillo, que se levanta—¿por qué?—al acercarnos; o está llena, cual una breve copa, del agua clara de una nube de verano; ya consiente el robo de una abeja o el voluble adorno de una mariposa.
Esta flor vivirá pocos días, Platero, aunque su recuerdo podrá ser eterno. Será su vivir como un día de tu primavera, como una primavera de mi vida... ¿Qué le diera yo al otoño, Platero, a cambio de esta flor divina, para que ella fuese, diariamente, el ejemplo sencillo y sin término de la nuestra?
Juan Ramòn Jiménez, Platero y yo: 50 – La flor del camino