Gloria por la Palabra que mi boca
no acierta a decir nunca, mientras mi mano tiembla
o deja garabatos rotos como la nieve
que a copos viste de niñez los montes.
Por el lucero rojo que acompaña a la luna.
Por el olivo cano, desde chico tan serio,
que luego da el aceite con su risa de oro.
Por el lomo estrellado de la trucha
que se parece al manto de Merlín.
Gloria por el rocío y el diminuto cielo
que deja en cada brizna.
Por la caja de música que suena en el verano
–con el lucero, el grillo; con el sol, la chicharra–,
porque saben sus notas el más secreto anhelo.
Gloria también por todas las cosas que no sé.
José Julio Cabanillas
no acierta a decir nunca, mientras mi mano tiembla
o deja garabatos rotos como la nieve
que a copos viste de niñez los montes.
Por el lucero rojo que acompaña a la luna.
Por el olivo cano, desde chico tan serio,
que luego da el aceite con su risa de oro.
Por el lomo estrellado de la trucha
que se parece al manto de Merlín.
Gloria por el rocío y el diminuto cielo
que deja en cada brizna.
Por la caja de música que suena en el verano
–con el lucero, el grillo; con el sol, la chicharra–,
porque saben sus notas el más secreto anhelo.
Gloria también por todas las cosas que no sé.
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