"...Y allí arriba, en la soledad de la cumbre, entre los enhiestos y duros peñascos, un silencio divino, un silencio recreador..." (Miguel de Unamuno)


miércoles, 21 de mayo de 2014

El valle de los narcisos




 
 

En la Montaña Oriental Leonesa se encuentra el valle de los narcisos, capilotes, la flor de la memoria, narcisos amarillos, la flor de Pascua, la que adornó iglesias y ermitas, la que anunciaba la llegada de la primavera cuando la nieve aún no se había derretido, la que los vecinos depositaban ante su Virgen, la de Quintanilla.
 
Flor antigua que se extendió desde el Mediterráneo y llegó a Asia y China. Brotes solitarios que fueron símbolo en la lucha contra el embalse de Riaño.
 
Capilotes en Riaño, liras o lirones en Tierra de la reina, grillandas en Valdeburón, galipotes en Éscaro y el Orza, campanillas de Riaño en León. Decenas de nombres para una flor mítica a la que rindieron tributo de siempre en el valle anegado de Riaño. Cuando las aguas cubrieron los pueblos, la marea se llevó con ella una romería popular que permitía gozar de la naturaleza antes de que el calor invitara a la siesta.
 
Cuenta la leyenda que cuando la Virgen se le apareció a un buen riañés, le pidió que la llevara al rincón más bello del valle y que allí mismo la venerara bajo la advocación del lugar. Quintanilla fue. Desde entonces, a ella se rogó protección, a ella se pidieron favores y amparos. Y, paradojas del destino, a ella se apelaba para que llegara el agua. Tanto debieron rezar que la lluvia se transformó en pantano y la misma Virgen tuvo que abandonar su ermita, que fue salvada piedra a piedra y trasladada hasta un promontorio en la orilla de un mar artificial desde el que protege el futuro de Riaño, al que hubo que poner por delante la palabra nuevo. Desde allí observa la partida de los mozos y mozas en busca de los capilotes que dejarán en ramilletes y éstos en cestas en la Plaza de los Pueblos, la de la memoria, en el rincón del Riaño de ahora, donde las columnas recuerdan los nombres de Anciles, Salio, Huelde, Éscaro, La Puerta, Burón, Pedrosa del Rey, Riaño y Vegacerneja.

Una celebración que en 1985 fue reivindicación. La del día que se notificaron los desalojos de viviendas en Vegacerneja para construir la nueva carretera. Era el 17 de mayo, con el capilote ya florecido. Una gran manifestación arrancó desde el pueblo y recorrió la comarca, un día en el que su luchó en el corro leonés y fuera de él y donde la música tapó el llanto.
En 1987, con la sentencia firmada para Riaño y los otros ocho pueblos, los capilotes se depositaron en las puertas de las casas que nunca más se volverían a abrir. Fue el verano de los ‘tejadistas’ y las campanas tañendo a arrebato, campanarios que anunciaban la llegada de la Guardia Civil escoltando la maquinaria para derribar el pueblo, tejados en los que los hijos de los hijos de Riaño se hicieron fuertes en resistencia civil.
 
Todo en vano. Otros valles fueron regados con éste. Otras cosechas germinaron con la riqueza embalsada. El agua acabó con todo, pero no con la reivindicación misma de Riaño, con su orgullo, su historia y sus tradiciones.
Los jóvenes de Riaño salen del pueblo en busca de la flor de la memoria para honrar al valle naufragado. Y una romería popular lo recuerda todos los años, cada 10 de mayo, la fiesta del capilote; es maravilloso este valle...


 

 

 
Y una canción tradicional leonesa, "Tengo tres cabritinas"; canción que canté durante algunos años, recreada en estos parajes de la Montaña Oriental Leonesa, en Portilla de la Reina, y con un recuerdo muy especial para el grupo folk La Braña...
 
 
 

 
 
   
 

4 comentarios:

  1. Maravillosa entrada mi querida Rosa, me ha entrado una sed de conocer León, solo conozco la capital, pero los vídeos y fotografías que nos dejas, son dignas no solo de verlas, si no de pisar tu tierra y agradecer a Dios tanta belleza.
    Un gran abrazo
    Sor.Cecilia

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    1. ¡Hola, sor Cecilia! Estuvimos hace poco en el valle de los narcisos, estaba todo, ¡todo! repleto ¡llenito! de alfombras amarillas de capilotes, y en otros tramos de la montaña, malvas...es precioso en primavera. León es muy bonito y con un paisaje muy variado: tierra de campos y montaña. Aquí, al lado de Asturias, el clima es más húmedo y en esta época todo es verde, verde, ¡buf! el césped cómo crece... El año que viene, plantaré bulbos de narcisos, me encantan las flores...no sé si conseguiré que salgan, lo intentaré...

      Algún día, si quieres, te lo enseño.

      Un beso grande, me voy a ver tu vídeo, ya te diré...




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  2. Precioso Rosa, yo no conozco León, y lo tengo pendiente porque parece una tierra excepcional. Me ha encantado tu entrada, porque además es muy completa. Un fuerte abrazo y buen fin de semana amiga.

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    1. Me alegro de que te guste, Pepe. Te encantará León si lo visitas y seguro, seguro que te emocionarían sus procesiones, tú que las vives con tanta devoción. Las vivo también así.

      Un abrazo, Pepe, y ¡feliz fin de semana para ti también!

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