Qué milagro, en noviembre, el liquidámbar.
Qué espesa algarabía de colores
ante los que, buscándoles un nombre,
el idioma se desespera. Cómo
se levanta, bandera de alegría,
en medio de las sombras finales del otoño.
Pero si lo celebro aquí no es sólo
por esas pinceladas de belleza;
también, y sobre todo,
porque sabe ser fiel a su destino
haciendo su papel de liquidámbar
sin embrollar el mundo,
sin buscar su felicidad en otra cosa,
sin preguntarse nunca como un mezquino humano
si merecen la pena
once meses de vida oscurecida,
anónima entre todos los árboles del río,
por dos o tres semanas de milagro.
Miguel d' Ors, de Viaje de invierno
Qué espesa algarabía de colores
ante los que, buscándoles un nombre,
el idioma se desespera. Cómo
se levanta, bandera de alegría,
en medio de las sombras finales del otoño.
Pero si lo celebro aquí no es sólo
por esas pinceladas de belleza;
también, y sobre todo,
porque sabe ser fiel a su destino
haciendo su papel de liquidámbar
sin embrollar el mundo,
sin buscar su felicidad en otra cosa,
sin preguntarse nunca como un mezquino humano
si merecen la pena
once meses de vida oscurecida,
anónima entre todos los árboles del río,
por dos o tres semanas de milagro.
Miguel d' Ors, de Viaje de invierno
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